martes, octubre 31, 2006

¿Y tú, bigotudo, de qué equipo eres?

Vaya por delante que el fútbol no es una de mis pasiones. Pero como hecho social es inevitable intentar esquivarlo. El fútbol esconde protestas políticas ahogadas (a veces) y saca a relucir muchos detalles de la condición humana. Tiene estilos: "a la italiana", "a la brasileña", "germánico"... E incluso ha cedido muchas de sus expresiones al lenguaje cotidiano, tanto de forma directa como indirecta. "De penality", "en fuera de juego", "cerocerista", "chupar poste -o banquillo-", "sudar como Camacho", "vivir como Ronaldo"...

Pero si alguna influencia ha tenido el fútbol en mi vida fue durante el proceso de construcción de mi personalidad. Aquella época en la que todos los niños de la clase nos identificábamos con un equipo, en la mayoría de las ocasiones, condicionados por las presiones familiares: padres, abuelos y tíos.

Por eso, si alguien quiere eligir "su equipo", siguiendo un criterio propio e independiente, debe superar la comida de tarro del entorno inmediato. Después debe hacer caso omiso a los cantos de sirena de los ganadores. Un buen palmarés es como un imán para los débiles. Y finalmente, debe eludir el factor territorial o de proximidad. Ya que lo más fácil es identificarte con el equipo de la ciudad que queda más cerca, o de tu propia ciudad si lo tiene. Si se transgreden estas tres reglas, se está en disposición de decidir de forma completamente racional.

Yo hice este ejercicio cuando todavía me sonaba los mocos con las mangas. Y elegí la Real Sociedad. Era un equipo lejano, exótico. Estéticamente me gustaban los colores blanco y azul de su indumentaria. El nombre me sonaba como a institución del medioevo formada por aguerridos caballeros y sin duda, los jugadores estaban a la altura del nombre. Además... sólo había que mirar debajo de sus narices. Eso sí que era un equipo.